Este texto inaugura una sección del blog que llamaremos: Hallazgos de un día cualquiera.
Un día cualquiera, de un año cualquiera. Como un flaneur salgo a recorrer las librerías de usados, sin listas previas ni títulos específicos, eso sí literatura para niños. Sólo se trata de perderse en un tiempo sin tiempo y dejarse llevar por los hallazgos. Hoy elijo dirigirme a Libro Shop, una vieja librería que queda en Av. Santa Fe casi Pueyrredón donde los libros usados conviven en montones informes llenos de polvo y suciedad con algunos libros nuevos que detentan en números grandes el precio. Mesas con carteles que invitan a los paseantes a adentrarse en las fauces de esa librería tentándolos con 2 x 15 o la oferta del día. Gramáticas antiguas, manuales, libros de inglés y francés, arqueología, astronomía, sociología, literatura, narrativa, ofertas al 50 %, una enumeración caótica de temas, títulos y autores que se mezclan y traman nuevos encuentros o desencuentros del lector con los libros. Un cartel anuncia que los libros tienen el precio en la primera página.
Me dirijo a la sección de literatura infantil decidida a dejarme sorprender. Varios anaqueles ruinosos y con polvo me esperan.
Entre ejemplares de Elige tu propia aventura -colección ochentosa donde lo que vale es avanzar en la narración casi como si se tratara de un Harry Potter del pasado- libros ilustrados de otra época con dibujos de niños y escenas infantiles que remiten a la representación de un adulto en miniatura y una edición ilustrada de las primeras décadas del siglo XX de La vida de las abejas de Maeterlink que me arrepiento de no haber comprado, encuentro varios títulos de escritores argentino a muy buen precio. Esto último es importante, porque de lo que se trata también en este devenir es de encontrar libros que sean accesibles, sobre todo en épocas recesionistas.
El libro de los prodigios y A filmar canguros míos de Ema Wolf, lástima ya los tengo. El primero una rara joyita literaria de esas que no son fáciles de encontrar y, sobre todo, de escribir, que presenta prodigios insólitos como un gato de arena, una piedra fugitiva y un carretel que se transforma.
Sigo mirando. Las manos están negras. Por suerte llevo en la cartera el alcohol en gel.
Elsa Borneman y muchos de sus libros. El clásico Socorro, El último mago o Bilembambudín, Los desmaravilladores, El libro de los chicos enamorados. Me llevo este último y el del mago. Prometí releer a Borneman para redescubrirla.
Otro que está es Frin de Pescetti, Las visitas de Schujer y la entrada al universo de un niño que tiene al padre preso, La abuela electrónica también de Schujer como una máquina de narrar, El águila de David Wapner un escritor que estoy descubriendo y que me fascina, entre tantos otros textos.
Salgo de la librería con cien pesos menos y una bolsa cargada de más de diez libros. Ahora a llegar a casa y a leer.
Espero que les guste esta nueva sección que está dedicada a todos aquellos que como yo disfrutan de esos recorridos sin tiempo en busca de hallazgos que nos sorprendan.
Qué lindo esto de las búsquedas y los hallazgos. “En un día cualquiera” hasta pueden cambiarte el rumbo. Los lectores disfrutamos profundamente de los anaqueles llenos de polvo y bichos bolita, que esconden los mejores libros del mundo. Una vez que forman parte de nuestra biblioteca adquieren un doble valor: pertenecer al mundo de los raros y haber emergido del polvo, ja.
ResponderEliminar¡Me encanta la sección!
Sí, Mikhalkov, es cierto, es hermosa la sensación de perderse entre los anaqueles llenos de polvo y descubrir ese libro que no sabíamos que nos estaba esperando.
ResponderEliminarSaludos,
Val