La reseña que publico hoy forma parte de la sección "Colaboraciones", es decir, textos que me acercan lectorxs del blog. En este caso se trata de una reseña de Laura García, colega de la Universidad Nacional de Tucumán, recientemente doctorada con una tesis sobre la literatura para niñ@s argentina y la memoria reciente. El libro que se reseña es 1001 libros infantiles que hay que leer antes de crecer de Quentin Blake y Julia Eclleshare (Grijalbo, 2010).
“La
lectura supone darle al otro armas para ser diverso de sí mismo” afirma Daniel
Goldin en un libro imprescindible para reflexionar sobre la lectura, Los días y los libros. Divagaciones sobre la
hospitalidad de la lectura (2006). Por medio de las sugerencias o
recomendaciones que circulan en este espacio compartimos voluntariamente esas
formas de intervenir en el otro a través de la literatura.
En
esta oportunidad me interesa contribuir a reflexionar sobre nuestro
posicionamiento como mediadores entre los chicos y los libros. Por eso, quiero
presentarles un libro que llegó a mis manos por una amiga que conoce mi interés
por avanzar en mis estudios sobre literatura e infancia. Como anticipa el
título se trata de 1001 Libros infantiles
que hay que leer antes de crecer del ilustrador Quentin Blake y la
periodista inglesa Julia Eccleshare. Cuando empecé a explorar este voluminoso
ejemplar no pude dejar de asociarlo con otros dos textos de características
similares, que estudié para participar en las II Jornadas de Poéticas de Literatura para niños, en la Universidad Nacional de La Plata. Me
refiero a La literatura para niños y
jóvenes. Guía de exploración de sus grandes temas (1975) del francés Marc
Soriano, traducido al español por Graciela Montes, y Con este sí, con este no. Más de 500 fichas de literatura infantil
argentina (1992) de Ruth Melh.
Aquel trabajo se basó en el análisis comparativo
de estos textos para adultos que hablan sobre literatura infantil y se organizan
a partir de características enciclopédicas, como un modo de facilitar el
ingreso al campo infantil a una diversidad de lectores (padres, docentes,
bibliotecarios, etc.). Actualmente, considero que el texto de esta reseña se
suma a esa serie de libros que recopilan, seleccionan y recomiendan la lectura
de textos para niños guiando al adulto en ese rol de mediador entre la
literatura y los chicos. La pregunta que intentan responder estos textos es qué
leer a los chicos para orientar sus intereses literarios. Es importante
resaltar que no se trata de un texto destinado a los lectores niños sino al
adulto como lector indirecto de la literatura infantil y en ese cruce aparece
una doble operación de la crítica y las editoriales. Por un lado, se prioriza
la intención de recomendar u orientar la lectura del campo de acuerdo con
ciertos criterios (estéticos o evolutivos) y, por otro, se organiza a modo de
inventario un canon que funciona seleccionando y legitimando la lectura de
ciertos textos, autores e ilustradores.
Entre
las particularidades que tiene el libro reseñado aquí se destaca la dupla autoral:
una muy buena combinación entre un ilustrador y una especialista del campo
infantil, que pone de relieve el lugar creciente de la ilustración en los
últimos años. Cumpliendo el anhelo de ciertos lectores coleccionistas se
recopilan las tapas de las primeras ediciones de muchos de los textos referidos.
Además, los comentarios reúnen las voces de distintos especialistas o autores
reconocidos que participan como colaboradores especiales o se refieren a los
textos –especialmente, en el caso de los cuentos clásicos de la literatura- a
partir de sus propias experiencias lectoras. La editorial que publica esta
recopilación es Grijalbo, quizás, por eso reconocemos una mayor presencia de
autores españoles, junto con la de autores ingleses, franceses y
estadounidenses en su mayoría. Si bien, el texto aborda predominantemente la
producción occidental del hemisferio norte, entre los autores consagrados desde
hace décadas en nuestro campo se encuentran Horacio Quiroga, Javier Villafañe y
María Elena Walsh. Pero fue muy agradable la sorpresa al encontrar entre los
textos de nuestra literatura a Toby
de Graciela Cabal, Casiperro del Hambre de
Graciela Montes, Las visitas de
Silvia Schujer e Historias a Fernández
de Ema Wolf. En el mismo plano se destaca el trabajo de Alberto Pez, Jorge
Sanzol y Oscar Rojas como los ilustradores argentinos de las ediciones
reseñadas.
Textos
y autores claves dentro de la literatura argentina para niños que contribuyen a
desestabilizar a través de su poética y sus formas estéticas las fronteras del
género y los planteos que relegan a la literatura infantil a las márgenes del
sistema literario. Pero hay algo más para agregar, la presencia de estos textos
y autores forma parte de la inscripción latinoamericana que compone este
panorama internacional, entre los que también se destacan: la brasileña Ana
María Machado, el chileno Antonio Skármeta y el uruguayo Roy Berocay.
Se
podría decir mucho más de esta edición y de este tipo de textos monumentales.
En términos generales, la organización presenta un corpus de textos y autores canonizados;
es importante revisar quiénes quedaron afuera o cuáles fueron los criterios para
realizar el recorte planteado; en este caso se abarca una importante franja de
lectores al agrupar por edades a los destinatarios; los cuentos tradicionales
son ineludibles en este tipo de obras pero también lo son ciertos autores
clásicos de la literatura y, lo último, uno de los aportes centrales es la
reseña de textos actuales abarcando a jóvenes o adolescentes como destinatarios.
Particularmente, me interesa este tipo de textos porque interpelan mi propio
itinerario lector y me invitan a buscar respuestas sobre qué textos me resultan
imprescindibles como lectora. Entonces, asumo el desafío que este ejercicio supone
y me detengo en los detalles porque apuesto al trabajo del lector que desde esa
marca subjetiva organiza sus propios recorridos, ensaya modos de leer e intenta
acercar la literatura a los otros abriendo nuevas puertas.
Para
despejar algunas de las principales expectativas que genera este tipo de textos,
para que un niño se convierta más adelante en un lector creativo que busca algo
nuevo en cada texto, que se reconoce en la autonomía que da la experiencia de
lectura y para quien ésta representa un espacio de libertad el mediador tiene que
ser lector, afirma Graciela Cabal, y transmitir un auténtico interés por la
literatura. Nuestra propia experiencia como lectores es la herramienta que fundamenta
nuestra apuesta por la importancia cultural de la lectura y la exploración por
la literatura.
Gracias, Laura, por tu colaboración y recomendación.
Besos,
Maravillosas palabras las de Goldin e indiscutibles las de Cabal, como siempre.
ResponderEliminar¡Gracias por la reseña de este libro, Laura! Me imagino que debe ser un libro para tener o, al menos, para recorrer detenidamente en alguna librería.
Un beso,
Natalia.
Gracias Natalia por tu comentario!
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