La vida de un inventor está llena de ideas que andan por
ahí, de proyectos y de mucha imaginación, pero sobre todo de poder mirar el
mundo de otra manera para poder crear algo de la nada o de aquello que para otrxs
resulta insignificante. Esto es lo que hace Joaquín, el protagonista de El zoo de Joaquín de Pablo Bernasconi
(La brujita de papel, 2011), un día cuando despierta con ganas de transformarse
en inventor.
Así, a partir de la idea de
aprovechar “algunos cachivaches” que tenía en su casa, Joaquín decide construir un
bestiario fantástico donde cada elemento aparentemente inútil o inservible se
transforma -a través de sus manos y sus ideas- en un animal singular. Cada
animal que inventa tiene un rasgo particular que lo hace especial, distinto,
original. Cada animal deviene un artefacto insólito e imprevisible.
Un rallador de queso se transforma en un hipopótamo
insaciable que nunca engorda, un plumero viejo y dos ramitas hacen nacer un
bicho feo, un teléfono en desuso deviene un ratón que hace ring, un reloj y una
bocina se combinan para crear un gallo madrugador, y así a medida que
avanzamos la lectura, cada doble página nos depara la aparición de un animal
raro, divertido y construido con partes inconexas o aparentemente imposibles de vincular. Cada animal inventado por
Joaquín se transforma en un texto humorístico con rima, al mejor estilo de las
coplas, donde las palabras se vinculan de manera metafórica o metonímica, por
asociación semántica o fónica produciendo el efecto cómico.
Todos los animales de Joaquín configuran un zoológico
inusual que habita en su jardín, un zoo hecho de animales artefacto, de
animales objeto construidos con deshechos que cobran vida nueva a partir del
armado genial de Joaquín y la invención fabulosa de Bernasconi.
El zoo de Joaquín nos
traslada a un mundo de animales fantásticos hechos con objetos de la vida
cotidiana que se resignifican a partir de la creación de Joaquín. Un zoológico
que nos habla también de la potencia transformadora de la creación artística
donde algo inservible o aparentemente insignificante puede transformarse en un
hecho estético.
De este zoológico me llevo como souvenir el Hipopótamo y el
Gallo Madrugador, mis preferidos.
¿No podríamos pensar que el universo estético de Bernasconi
nos presenta en cada libro una enciclopedia imaginaria de seres fantásticos? De
los que conocen, ¿con cuál se quedan? o ¿cuál les gusta más?
Espero que les haya gustado este post en este recorrido por la obra de lxs dos autoxs invitadxs especiales de las VI Jornadas de Poéticas de la literatura para niñ@s. Si desean información sobre las jornadas pueden entrar en Facebook.com/Jornadas PoeticasLIJArgentina o pedir información a jornadalitinfantil@gmail.com
Hasta la próxima entrega.
Mis favoritos también son el hipopótamo y el gallo; también me gustan mucho-mucho el ratón Enrique, el conejo Bartolo, el elefante y la jirafa.
ResponderEliminarSin duda, podemos encontrar en Joaquín a ese niño curioso, inquieto e inventor que fue en su infancia Pablo Bernasconi y que aún lo sigue siendo, ¿no? Vaya otro guiño al lector: la numeración de la casa de Joaquín, 1973, es el año del nacimiento del autor.
Mi sobrina de 5 se mata de la risa con este libro.
¡Gracias por este post, Vale!
Un beso,
Nati.
Gracias, Nati, por tus comentarios! muy interesante la lectura que hiciste, no lo había pensado. Sí, es un texto genial y con mucho humor! Besos
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