Foro Temáticas
de la Literatura Infantil y Juvenil latinoamericana. De lo tradicional a lo
transgresor
23° Jornadas para Docentes y Mediadores de lectura
en la 23° Feria del libro
infantil y juvenil
Buenos Aires, 18 de julio 2013
Libros experiencia o la experiencia de leer literatura para niñxs en Latinoamérica
Por Valeria Sardi
Cuando pensaba
qué cuestiones me interesaría compartir con ustedes en esta oportunidad,
leyendo un libro de entrevistas a Michel Foucault me topé con una cita que me
resultó productiva para pensar en cómo se puede pensar el universo textual de
la LIJ latinaoamericana.
Dice Foucault:
“mis libros son para mí experiencias (…) Una experiencia es algo de lo que uno
mismo sale transformado. Si tuviera que escribir un libro para comunicar lo que
ya pienso antes de comenzar a escribir, nunca tendría el valor de emprenderlo.
Sólo lo escribo porque todavía no sé exactamente qué pensar de eso que me
gustaría tanto pensar. De modo que el libro me transforma y transforma lo que
pienso.” Dice más adelante “una experiencia es una ficción; es algo que uno se
fabrica para sí mismo, que no existe antes y que encontrará su existencia
después.” Y, agrega, “la relación con la experiencia debe permitir una
transformación, una metamorfosis, que no sea simplemente la mía sino que pueda
tener determinado valor, que sea accesible para los otros de forma tal que
estos puedan hacer esa experiencia” (Foucault, 2013:33-34 y 39).
Releo esta cita
de Foucault y pienso en cómo podemos organizar un recorrido por los temas de la
LIJ latinaoamericana a partir de un recorte posible, una tradición selectiva
que dé cuenta de aquellos textos que los lectores y las lectoras viven como
experiencia, salen transformados después de leerlos; libros que interpelan a
los lectores niños y niñas, que transforman y producen metamorfosis en quienes
los leen, comunican lo que no sabemos, nos hacen conocer mundos inesperados,
son ficciones que fabrican universos que no existen y que vienen a encontrar su
existencia en la lectura. Textos experiencia que acercan a los lectores y
lectoras mundos ficcionales que dejan pensando, que interpelan, interrogan,
sacuden, perturban, desconciertan. Textos experiencia que transforman a lxs
lectores y posiblemente también a sus autorxs.
Así, a partir
de este recorte posible, me propongo presentar algunos textos de la LIJ
latinaoamericana que en cuanto a sus temáticas y al modo de construcción
literaria que proponen, los podemos pensar como libros experiencias, libros que
dialogan con los lectores desde su dimensión polisémica.
Ahora bien, en
cuanto a la dimensión temática, objeto de este foro, los textos que iremos
recorriendo dan cuenta que la LIJ latinoamericana ha ido configurándose como un
sistema cultural dinámico donde se hacen presente textos de temáticas que se
mueven entre lo residual y lo emergente. Como señala Raymond Williams, lo
residual se refiere a aquello “que ha sido formado efectivamente en el pasado,
pero todavía se halla en actividad dentro del proceso cultural; no solo como un
elemento del pasado sino como un efectivo elemento del presente”; en este sentido,
podemos analizar la presencia de ciertas temáticas que ya estaban presentes en
la historia de la literatura para niños y que perviven de modos diversos.
Asimismo, paulatinamente, en el campo de la LIJ latinoamericana han ido
apareciendo temáticas que se configuran como emergentes, es decir, temáticas
que dan cuenta de “nuevos significados y valores,
nuevas prácticas, nuevas relaciones y tipos de relaciones que se crean
continuamente” (Williams, 1980:144-145) que son claramente disruptivas respecto
de la tradición literaria de la LIJ latinoamericana.
Ya en los 60 María
Elena Walsh se había atrevido a darle otra entidad a la palabra en los textos
literarios para niñxs, a asignarle sentidos nuevos y redescubrirla en tanto
signo que interpreta, que tiene diversos significados en tanto sujetos lo
interpreten. La LIJ con Walsh se atreve a dejar el territorio de lo
didactizante para sumergirse en el del juego del lenguaje, la polisemia, la
ruptura estética, entre otras dimensiones que esta autora pone en escena.
Esta potencia
de la palabra en su enunciación se redescubre en textos como Palabras (Alfaguara, 2006) de la uruguaya Susana Olaondo, en Tucán aprende
una palabra (del Naranjo, 2010) de Márgara
Averbach, Caraclasa (Sudamericana,
2010) de Magdalena Helguera y en ¡Déjenme dormir! de la escritora mexicana Nina Basich
(Comunicarte, 2012). En estos cuatro textos narrativos la palabra tiene una
potencia performativa que a partir del juego y las combinaciones crea un campo
de palabras donde las ovejas leen –como en Palabras
de Olaondo-, o bien la palabra tucán es resemantizada por este pájaro en Tucán aprende una palabra a partir de
situaciones diversas como clave y llave para encontrar la libertad. O cómo la
palabra “caraclasa” –en la novela homónima de la escritora uruguaya Magdalena
Helguera- que según relata la narradora a su hermana menor, a partir de sufrir
el cambio de vida debido a la experiencia inmigratoria, adquiere poder con esa palabra nueva: “la que me había regalado esta casa cuando
entré para que no llorara más y no siguiera pidiendo que volviéramos a
Maldonado”. O en ¡Déjenme dormir! el
niño pronuncia la palabra “silencio” deseando poder dormir y el mundo se calla,
no tiene sonidos y el niño se pregunta cuál es la palabra que le pueda
“devolverle los sonidos al mundo”. Las palabras, en estos relatos, dan entidad
a las cosas, re-presentan la realidad y resignifican la experiencia a partir de
su potencia performativa. En estos textos se relata la historia de un tucán que
pierde la libertad, de una regadera que riega palabras, de una niña que migra y
de un niño que quiere dormir, cuatro historias mínimas que se agigantan a
partir de poner en el foco la mirada metalingüística, remitir a cómo las
palabras representan y construyen ficción. Cuatro relatos que ponen en juego
una temática residual que adquiere sentidos nuevos. Cuatro relatos donde la
palabra se resignifica, se transforma, muta y construye ficciones que
interpelan al lector a partir de la reapropiación de las palabras para nombrar
y reinventar la realidad.
Y si hablamos
del poder de la palabra, no podemos soslayar el lugar que ha ido cobrando la
relación de los niños y niñas con la cultura escrita en la literatura infantil
contemporánea. En este sentido, como dan cuenta las investigaciones en torno a
la cultura escrita, la lectura y la escritura circulan a partir de la
disponibilidad de materiales escritos en la vida cotidiana y las posibilidades
de acceso en tanto situaciones que favorezcan o no la apropiación de la cultura
escritura. Y la LIJ latinoamericana ha introducido en estos últimos años cada
vez más esta temática –que ya estaba presente en textos como Azul la cordillera (Norma, 2006) [1995] de María Cristina Ramos, por
ejemplo, en “Margarita” donde una mujer ya adulta recuerda la imposibilidad de
concurrir a la escuela de chica por tener que trabajar y el deseo de que su
sobrina pueda ir a estudiar, como no ha podido ella para que “ella tenga su
cuaderno y su escuela”- en los textos que se editan, acaso como un modo de
visibilizar una preocupación ideológica y una deuda aún pendiente en muchos
países de América Latina.
Así en De carta
en carta (Alfaguara, 2003) de la
escritora brasilera Ana María Machado se retoma esta temática ya tratada en la
tradición literaria para niños, se narra la historia de un niño llamado Pepe y
su abuelo José que viven con la familia y mientras el resto de los integrantes
van a trabajar y los hermanos mayores de Pepe a la escuela, ellos dos se quedan
en casa. Ni Pepe ni José saben leer ni escribir y, a partir de una discusión
dejan de hablarse y deciden empezar a escribirse. Es allí donde Miguel, un
escribidor de la plaza de los Escribidores comenzará a escribirles las cartas y
funcionará como mediador cultural entre abuelo y nieto. A Pepe le pedirá a
cambio que vaya a la escuela y José le pagará con flores de su jardín. El
relato se estructura a partir del intercambio entre escribidor y cliente, las
escenas de escritura delegada entre Miguel y Pepe y, otras veces, con José; las
cartas que les escribe; las respuestas a esas cartas y cómo cada uno de los
personajes se posiciona como autor de su propia vida a partir, en el caso de
Pepe, de acceder a la escuela y aprender a leer y escribir. De ser un sujeto
sin palabra propia deviene un productor cultural que escribe su propia historia
a partir del acceso a la lectura y la escritura.
Otro texto que trabaja esta temática es Cartón
y papeles de Cecilia Pisos (Comunicarte, 2011) –ganador del Primer Premio
del Séptimo Concurso de Cuentos Infantiles “Los niños del Mercosur” en su
edición 2011- en el que se narra la historia de Mayra, una niña cartonera, que
descubre en la biblioteca popular un libro sobre una princesa encerrada en una
torre y a partir de allí ve su realidad
a través de los ojos de la ficción. El Gorrita o el Ogro, como ella le dice, le
roba el libro por considerarlo cartón apto para el reciclaje, Mayra busca el
momento para recuperar su libro, y
aunque pierde las zapatillas en el intento logra escapar “como si también
cabalgara de regreso” como la princesa y el príncipe que huyen en el mismo
caballo. La ficción funciona como protección y salvoconducto frente a los
embates de la pobreza y la violencia.
Una temática
claramente emergente en los últimos años en la producción editorial para niños latinoamericana, como da cuenta de ello el texto de
Pisos nombrado anteriormente, muestra la presencia cada vez más fuerte, de
textos que narran historias donde se tematiza la situación de niños
deteriorados, víctimas de la pobreza estructural y los problemas sociales que
acarrea ésta.
Por ejemplo, Manta de
estrellas (OQO Editora, 2005) del
brasilero Ricardo Lísias la temática del no acceso a la escolarización se
vincula, a su vez, con otros temas que hacen a la realidad de las infancias en
América Latina como el hambre, la vida en la calle y la marginalidad, temas
claramente transgresores con respecto a lo que nos tenía acostumbrados la
literatura infantil en las décadas del 80 o del 90. Se trata de una novela
estructurada en veintiséis capítulos que narra las vicisitudes de un niño de la
calle, de un niño que trata de escapar de la rutina dolorosa de los sin techo a
través de la posibilidad de aprender a leer y escribir. Un mundo de desamparo y
dolor, de miedo a los más fuertes –ajenos o cercanos-, de deseo de ser otro, de
enorme desigualdad. Un cura que acompaña ese estar en el mundo con la provisión
de comida, alguna ropa y la posibilidad tal vez de alfabetizarse y que menino considera como un
refugio a la realidad hostil que le toca vivir. Y la imaginación como salida en
unas piedras donde el juego se inscribe y la noche puede ser un reparo o una
amenaza. En esta cruda novela, la temática del acceso denegado a la
escolarización y a la cultura escrita se enlaza con la cuestión social del
hambre y la vida en la calle. De modo tal que menino no tiene posibilidades de
salir de esa realidad opresiva y desigual. Menino es un chico de la calle pero,
a la vez, es un niño sin nombre donde referenciarse de modo tal que es,
también, muchos niños y niñas.
También en la literatura
argentina nos encontramos con textos que tematizan esta problemática como, por
ejemplo, podemos leer la historia de dos niños de la calle,
Magui y Tomás, que son víctimas de la trata de personas en el cuento “Caramelos de fruta y ojos grises” de
Liliana Bodoc incluido en Amigos por el
viento (2008) o, de la misma autora, el cuento “Un soberano en harapos” -incluido en el
volumen de cuentos Reyes y pájaros (2007)-
en el que se relata la historia de un
niño de la calle en un parque de diversiones que desde su perspectiva
manifiesta todo lo que ve sin poder acceder a ello. Por otra parte, se describe
a sí mismo y en una clara apelación al lector asevera: “¿Hace falta que les
diga que yo era pobre como una rata?”. O El país de Juan (2010) de María Teresa Andruetto en la que se narra la historia de vida de Juan y Anarina, dos niños
que pertenecen a dos familias empobrecidas que por circunstancias económicas
desfavorables no tienen otra salida que ir a vivir a Villa Cartón y sobreviven
por la venta de los papeles y cartones que cirujean.
En otros casos se aborda esta temática
pero se la conjuga con la lucha por la dignidad y por mejores condiciones de
vida como en la nouvelle Mientras duermen las piedras (2008) de María Cristina Ramos -
que narra la historia de un barrio pobre que lucha por tener unas condiciones
de vida más dignas y el lugar que los niños tienen en contextos de vulnerabilidad
social- ; texto que nos recuerda el recientemente reditado La calle es libre de Kurusa y Monika Doppert (Ekaré, 1981) donde
se ficcionaliza la historia de un barrio pobre de Caracas en que los niños
piden a las autoridades un parque para poder jugar y, después de la
indiferencia de los políticos y la desidia estatal, logran con solidaridad y
organización barrial su cometido. O el libro álbum Maqueta (Calibroscopio,
2012) de Iris Rivera y Luciana Fernández donde se relata la historia de un
reino de cartón y corcho a la vera de un río que cuando llueve se inunda y la
gente pierde sus casas y los gobernantes de turno no hacen nada, en una clara
alusión a la inoperancia del estado frente a la vulnerabilidad social.
La presencia de la dimensión política
en la literatura para niños latinoamericana es una temática emergente que va
teniendo cada vez más presencia, aunque podemos reconocer algunos pocos textos
donde aparecía esta temática de manera velada como la novela Las visitas de Silvia Schujer publicada
en 1991 –que narra en primera persona las vivencias de un chico que tiene a su
padre preso- o Los desmaravilladores de
Elsa Bornemann publicada en el mismo año donde se tematiza acaso por primera
vez la problemática de los niños botín de guerra durante la última dictadura
militar.
En la literatura argentina, un texto
insoslayable inscripto dentro de esta temática es la nouvelle El año de la Vaca (Sudamericana, 2003)
en la que la narración de historias es el principio constructivo del texto, ya
que está estructurada en dos partes divididas en seis personajes, tres varones
–Sebastián, Rafael, Leo-Leonardo- y tres mujeres –Alejandra, Laura,
¿Nadia?-¿Celeste?-, que dan su versión de los hechos. Seis voces para contar
una historia de búsqueda de la identidad, seis miradas sobre un año en la
escuela secundaria donde Nadia se transforma en Celeste, donde la Vaca adquiere otro espesor
identitario y donde cada narrador de la historia cambia a partir de los sucesos
que viven. Una novela que es un ejercicio de exorcismo para su autora –poder
contar la experiencia terrible de su escuela secundaria- y para nombrar la
historia de la desaparición de personas y el robo de bebés durante la última
dictadura militar en nuestro país.
La temática de la desaparición de personas
también está presente en un texto anterior, La
composición (Ekaré, 2000) del escritor chileno Antonio Skármeta con ilustraciones
de Alfonso Ruano, en la que se narra la historia de Pedro, un niño que cursa el
tercer grado y es un apasionado por el fútbol. Todas las noches sus padres escuchan
la radio para oír noticias del país que vive en dictadura. Un día Pedro ve cómo
se llevan los militares al padre de su amigo Daniel y otra mañana llega un
militar a la escuela y propone un concurso de composiciones donde los chicos
escriban “Lo que hace mi familia por las noches.” Un relato que muestra la vida
cotidiana de una comunidad en dictadura y la necesidad de Pedro de responderse
si él también, un niño, puede estar en contra de la dictadura.
Otro texto donde se tematiza la vida bajo la
opresión dictatorial es Un amigo para
siempre (Calibroscopio, 2012) de Marina Colasanti con ilustraciones de
Rodrigo Folgueira, donde se ficcionaliza la vida de Luandino Vieira, un
escritor de Angola, “que luchó por la independencia de su país.” El texto narra
la vida cotidiana de un hombre preso, que estaba solo en una celda y una vez
por día salía a un “gran jardín rodeado de muros altos y vigilado”. El hombre
vivía de su imaginación y ahí estaba su libertad, más allá de las rejas y la
prisión en la que se encontraba. Donde no había jardín él lo construía con su
pensamiento, sonreía por dentro, leía el mundo que lo rodeaba y lo transformaba
gracias a su imaginación. Era el universo interno lo que lo mantenía vivo y la
relación que establece con un pájaro a partir de unas migas de pan, con quien
dialogaba. Ese pájaro funciona en el relato como el poder de la imaginación y
de la libertad. Un texto poético donde el tema de la opresión dictatorial es
subvertida por la búsqueda del hombre de su libertad de pensamiento, a partir
del relato intimista de la experiencia.
La temática política está también
presente en Eloísa y los bichos (Calibroscopio, 2009) del escritor colombiano
Jairo Buitrago y el ilustrador Rafael Yockteng quienes en este libro álbum
narran la historia de Eloísa, una niña que llega con su padre a otra ciudad
donde todos son bichos raros. Este libro álbum narra a partir de la
interconexión entre discurso verbal y discurso visual la experiencia traumática
de una niña víctima del desplazamiento por cuestiones políticas. Pero no es
solo eso, es la historia de una niña que se siente diferente en la escuela, que
no tiene amigos, que tiene miedo porque no conoce la ciudad. Este libro es el
relato desde la mirada infantil del desarraigo y la pérdida del lugar propio;
es un libro experiencia sobre la búsqueda de la identidad.
Si hablamos de
identidades, podemos hacer referencia a varios textos que incorporan esta
temática residual, presente en la literatura para niños desde hace muchos años,
pero que se aborda en la actualidad con matices nuevos.
Así, por
ejemplo, en algunos de los cuentos que se incluyen en el libro Déjame ser la Negra María (Abran Cancha,
2010) de Adela Basch se aborda el
problema de la identidad, como por ejemplo en el cuento que da título al libro donde la diversidad, la identidad y la
búsqueda del cambio llevan a Ingrid a querer ser María, la negra, la
transformada al ritmo del carnaval. O en “La mujer alada” una mujer logra
romper la rutina de sus días para transformarse, a partir de la ruptura de la rutina y la
ficción abre sus puertas a la vuelta de la esquina. En Déjame
ser la negra María y otros cuentos, Basch nos sorprende por la
transformación del tono de los textos, las historias que se narran, la mirada
microscópica sobre hechos de la vida cotidiana que cambian y se metamorfosean a
la luz de una mirada nueva, íntima, privada.
El tema de la identidad también está presente en Niña bonita (Ekaré, 2010) de Ana María Machado donde una niña negra
es interpelada por su vecino, un conejo blanco, acerca de su identidad, del
origen de su negritud. El relato se construye en un claro intertexto con la
Bella Durmiente donde la pregunta ya no es acerca de quién es la más linda sino
por qué se es tan bonita: “- Niña bonita, ¿cuál es tu secreto para ser tan
bonita?”
Otro texto
donde la identidad o la búsqueda de identidad se tematiza es el libro álbum El rabo de Paco (FCE, 2011) del escritor
colombiano Triunfo Arciniegas e ilustraciones de óscar Soacha, en el que Paco, un
tigre, pierde su rabo y, a pesar de que lo busca por todos lados, el rabo no
aparece. Pero, ese viaje geográfico e
interno que emprende en busca de su rabo, le sirve para darse cuenta que no importa
que sea diferente: “Nadie sabía nada del rabo de Paco. Pero ahora todos sabían
que Paco había recorrido el mundo.”
Por último,
para cerrar este recorrido por textos que tematizan la identidad, nos
encontramos con el libro álbum El vestido
de mamá (Criatura, 2011) de los uruguayos Dani Umpi y Rodrigo Moraes, que
introduce la temática queer a partir del relato de un niño que cuenta acerca de
la vestimenta que usan sus padres y él en distintas épocas del año y elige un
vestido de su mamá “brillante que parece un juguete”, “con piedritas de
colores. Parecen caramelos. Son muy pero muy chiquititos. Caramelos para
hormigas. Están pegados al vestido con magia” para ponérselo y pasear con él.
Cuando se pone el vestido se siente diferente y sus amigos también lo hacen
sentirse raro, distinto. El texto aborda
el tema del travestismo y la búsqueda de la identidad de un niño que disfruta
jugando con el vestido de su mamá, pero también relata desde la mirada infantil
cómo un niño descubre sus preferencias pero todavía no entiende cuál será el
momento especial para poder usar el vestido. Estos cuatro últimos textos dan
cuenta también de la búsqueda por presentar temas ya abordados en la tradición
literaria infantil pero con perspectivas nuevas que dan cuenta de relaciones
emergentes en la contemporaneidad. Se trata, nuevamente, de libros que a través
de la metáfora acercan a los lectores y
lectoras situaciones de vida y experiencias subjetivas de niños y niñas
latinoamericanas.
Para concluir
tomo unas palabras del escritor español Gonzalo Moure, “un buen libro es el que
es un buen libro, y no el que trate de este tema o de otro, o el que sirva para
enseñar algo”. En este sentido, creo, tenemos que recuperar la mirada sobre la
dimensión literaria de los textos, cómo se cuentan las historias y cómo el
lector es interpelado desde lo literario. Se
trataría, entonces, de privilegiar al lector por sobre la mirada del adulto
como censor, de centrar la mirada en lo literario, en la factura y construcción
de los mundos posibles dando cuenta de que es posible pensar una literatura que
aborde temáticas crudas de la realidad con sensibilidad, pensando en los niños
y niñas como lectores, sin imponer valores o discursos moralizantes. Es posible, entonces, tratar temáticas de la
realidad poniendo en juego ciertos procedimientos literarios, géneros,
tradiciones, poéticas para construir un objeto literario polisémico.
En este sentido, la apuesta es
dar cuenta de libros experiencia, textos que interpelan al lector niño a través de la metáfora y la polisemia para
que puedan conocer mundos diferentes, y, a partir de conocerlos, invitarlos a
reflexionar, a hacerse preguntas, a interrogarse sobre otras historias de vida,
otros universos, otras experiencias y debatir en torno a ellas. Se trata de
poner en el centro aquellas ficciones que desafíen al lector, lo movilicen, le abran la puerta a
sensaciones y experiencias donde pueda bucear en lo desconocido o ajenizarse de
lo familiar para percibirlo desde otra perspectiva.
Bibliografía
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Aires, Siglo XXI.
Williams, R. (1980), Marxismo y literatura, Madrid,
Península.
Textos literarios:
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Skármeta, A. y Ruano, A. (2000), La composición, Caracas, Ekaré.
Umpi, D. y Moraes, R. (2011), El vestido de mamá, Montevideo, Criatura
editora.
Leo que hay infinidad de literatura latinoamericana por ofrecer, invitar y esparcir en las aulas o en otros espacios. Siempre hay sitios para enriquecer. Tomo para expandir "volver la mirada sobre lo literario" y lo pienso como el camino diario a recorrer especialmente por la escuela.
ResponderEliminar¡Cuánto se aprende!. ¡Gracias!.
Gracias por los comentarios! Besos,
ResponderEliminarQué lujo este análisis literario! Y qué recorrido maravilloso de temáticas, narrativas y autores diferentes! Lamenté perderme el encuentro ese día pero por suerte publicaste el texto y así me llegó tu voz! Gracias!!!
ResponderEliminarCuántos títulos que tengo para agregar a la lista; es infinita, no?
Un beso,
Natalia.
Gracias, Natalia! son recorridos posibles, también puede haber otros. Algunos títulos quedaron afuera por la extensión de la exposición. Besos,
ResponderEliminarVale: disfruto mucho de la lectura compartida de El vestido de mamá desde que me lo compré en las Jornadas; la semana pasada una alumna me sorprendió porque lo llevó para leer en voz alta en una de las clases y nos contó que lo había leído en una reunión de padres de la escuela de su hija. Me parece que es un libro muy valioso para trabajar con los niños el tema de la identidad y para darles de leer a los adultos.
ResponderEliminarGracias por esta guía que sigue acrecentando mi mundo de literatura para la infancia! Un beso, Natalia.
Gracias, Natalia, por tu comentario! Qué interesante lo que contás! Besos,
ResponderEliminar¡Gracias también por la reseña de El rabo de Paco! Cuando lo compré en agosto sabía que de algún lado "lo tenía visto", y ahora que lo saqué de la bolsa de libros nuevos atrasados me lo encontré. ¡Me encantó como tantos otros de Los primerísimos! ¡Esa colección del FCE es genial, y, además, muy económica!
ResponderEliminarBesos.
Bueno, Nati, veo que seguís leyendo! Así me gusta! besos
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