Un país acechado por seres distintos, con otras
costumbres y otra lengua. Una invasión sigilosa, desde épocas remotas, que
genera desconcierto más allá de las supuestas semejanzas. Y las palabras de los
mayores como advertencia ante lo extranjero.
Conejos que bajan de los barcos y se apropian
de las tierras y los ríos. Una conquista que trae nuevos alimentos, animales
pero también guerras y muerte. Un ejército de conejos dispuestos a todo, hasta
el robo de los hijos. Y la oscuridad.
Los conejos de John Mardsen y Shau Tan (Bárbara
Fiore, 2008) es, además de todo esto, un relato apocalíptico, una distopía
donde lo amenazador y peligroso está ahí. Una historia de la conquista de los
pueblos por ejércitos y estados más poderosos, donde el imperialismo instituye
la vida como pesadilla para los pueblos dominados.
Los conejos es un libro álbum donde el discurso
visual complejiza el verbal, suma interpretaciones y lecturas posibles.
Asimismo, las ilustraciones invitan a lxs lectorxs adultxs y a lxs mediadorxs a
asociaciones contemporáneas con el capitalismo salvaje, la explotación del
medio ambiente, el muro de la
Franja de Gaza, la película Metrópolis de Fritz Lang y un universo urbano asfixiante, los
totalitarismos, entre tantas imágenes posibles. La paleta, a medida que vamos
avanzando en la lectura de Los conejos,
va modificándose y pasa de colores cálidos a, poco a poco, meternos en escenas
donde los grises y negros predominan.
Un acierto de este libro es, por un lado,
el uso de la doble página como recurso narrativo a través de las ilustraciones
y, por otro lado, una estética extraña que nos remite a El Bosco, Paolo
Uccello, Dalí, el surrealismo, el hiperrealismo, los mundos imaginarios de Xul
Solar y por qué no cierta reminiscencia de Francis Bacon. En fin, ilustraciones
contundentes que perturban al lector y lo movilizan a volver una y otra vez
hacia atrás y hacia delante en el relato.
Los conejos es un libro que, más allá de las
controversias que ha generado en Australia y los premios que ha recogido en
distintos países –entre ellos fue elegido libro álbum del año por el Consejo
del Libro infantil de Australia-, interpela al lector y no lo deja indiferente.
Nos leemos, besos.
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